“Tú, la Bestia,
avanzas por el sendero que las diosas han abandonado,
insatisfechas con los lirios de los márgenes.
Avanzas como la piel impuesta junto al hogar,
con jarros de porcelana china y telas del Japón,
mientras afuera llueve -la vida continúa- en las calles
para acabar el último viaje
y habitar entre sus piernas torturadas,
semejando una especie de langosta escudriñado el paño,
la mirada ciega que penetra
como un Pegaso de luz la noche entera,
antes del llanto definitivo de las mujeres…”
Pere Bessó
Junko Furuta nació en 1972 en Saitama, prefectura de Misato (Japón). Hija de una familia de trabajadores japoneses, su humilde origen no le impidió sobresalir en las diversas actividades que
realizaba. Era una estudiante destacada y cultivaba un amplio número de amistades entre sus compañeras de colegio y algunos vecinos.
Junko Furuta con sus compañeras de clase
No era igual con sus compañeros; muchos de ellos guardaban resentimiento por Furuta, ya que era una chica sencilla que no participaba de algunas de las diversiones que ellos acostumbraban. No
quería relacionarse sexualmente con ninguno de ellos, ni siquiera tenía novio, no consumía alcohol ni drogas, y no frecuentaba los sitios de diversión de los que ellos gustaban.
Uno de sus compañeros de colegio era Miyano Hiroshi, de dieciocho años, quien sentía una fuerte atracción no correspondida por Junko Furuta. Hiroshi además era un joven miembro de bajo nivel de
la Yakuza, la temible Mafia Japonesa. Nadie se metía con él, ni en el colegio ni afuera de él, pues tenía fama de violento.
Miyano Hiroshi
El 22 de noviembre de 1988, cuando Furuta tenía dieciséis años, Hiroshi y tres amigos suyos le dijeron que necesitaban hablar con ella en privado. Furuta accedió por temor y los cuatro
estudiantes la subieron a un automóvil, llevándola a la casa de los padres de Minato Nobuharu, otro de los secuestradores, quien contaba con dieciséis años. Los otros dos plagiarios eran Jo
Kamisaku, de diecisiete años, y Watanabe Yasushi, de diecisete años. Todos excepto Kamsaku eran originarios de Tokyo.
La casa de Minato Nobuharu
Una vez allí, los cuatro estudiantes amenazaron a Furuta: desde aquel momento, haría lo que ellos le ordenaran a la someterían a castigos. Furuta estaba aterrada. Lo primero que hicieron fue
darle una golpiza, como castigo por no haber accedido a acompañarlos las veces que la habían invitado. Posteriormente, la desnudaron por completo, le tomaron fotografías y procedieron a violarla
por turnos.
Junko Furuta secuestrada y fotografiada
Para evitar una investigación policial, Hiroshi obligó a la chica a llamar a sus padres y fingir que había huido de casa, pero que se hallaba con "un amigo" y no corría peligro. Cuando los padres
de Nobuharu se encontraban en casa, Furuta tendría que fingir que era su novia.
Los días comenzaron a transcurrir. La amistad de su hijo con Hiroshi, el estudiante miembro de la Yakuza, hizo que los padres decidieran no llamar a la policía para reportar que su hijo tenía
secuestrada a una joven en su propio domicilio. Nobuharu ya ni siquiera fingía que Furuta era su novia.
Minato Nobuharu
Ella intentó escapar en varias ocasiones y le pidió ayuda a los padres de su secuestrador más de una vez, pero ellos no hicieron nada por temor a las amenazas de Hiroshi, quien presumía de poder
utilizar sus contactos en la Yakuza para matar a cualquiera que tratase de intervenir.
Jo Kamisaku
El cautiverio de Furuta duraría cuarenta y cuatro días. Sin excepción, todos los días fue violada por uno o más de sus captores. Luego, Hiroshi comenzó a llevar a otros miembros de bajo nivel de
la Yakuza, quienes también violaron anal y vaginalmente a Furuta. Durante el tiempo que duró su secuestro, fue violada en más de quinientas ocasiones por más de cien hombres.
Las violaciones, documentadas por los criminales
Furuta se convirtió en un juguete viviente. Era obligada a permanecer la mayor parte del tiempo desnuda. Tenía que masturbarse delante de sus captores o de los hombres que ellos llevaban allí,
para ofrecer un espectáculo mientras bebían cerveza y antes de que procedieran a violarla. En una ocasión, fue violada por doce hombres en un mismo día.
Hiroshi y sus amigos le introducían toda clase de objetos en la vagina y el ano, incluidas una botella y una barra de hierro que le causo severas lesiones. Casi no le daban de comer y estaba
desnutrida y deshidratada. Cuando les pidió comida y agua, la obligaron a comer cucarachas vivas y a beber su propia orina. Todo el tiempo documentaron su tortura mediante una cámara fotográfica;
las imágenes servirían como pruebas durante el juicio.
A lo largo de su cautiverio, fue torturada todos los días de formas muy diversas. Las golpizas ocurrían a cada momento. Los cuatro orinaban encima de ella. En una ocasión, le introdujeron un
fuego pirotécnico en el ano y lo encendieron, causándole severas quemaduras.
Junko Furuta, torturada y fotografiada
La golpearon con palos de golf. La amarraron de pies y manos, la pusieron boca arriba y le arrojaron pesas en el estómago. La colgaron del techo y usaron su cuerpo como saco de arena para
practicar el boxeo. Le azotaron la cara contra el piso de cemento. Le rompieron todos los huesos de una de las manos a pisotones. Le introdujeron tijeras y pinchos para pollo rostizado en la
vagina y le causaron un desgarramiento. La metieron por horas en un congelador. Le quemaron los párpados con cera caliente. Le clavaron docenas de agujas de coser en los pechos. Un día en que
intentó llamar a la policía y fue sorprendida, la quemaron con cigarrillos en la vagina y le aplicaron la llama de encendedores en el clítoris como castigo. Otro día que quiso escaparse, tomaron
unos alicates y le amputaron el pezón izquierdo.
Según las declaraciones uno de sus secuestradores tiempo después, sus lesiones eran tan graves que "le llevaba más de una hora arrastrarse escaleras abajo para ir al baño". No podía
respirar por la nariz, pues la tenía rota. Cuando llevaba más de treinta y cinco días de cautiverio, estaba tan desnutrida y llena de heridas y lesiones, que ya no podía dominar sus esfínteres,
ni tenerse en pie.
Cada vez que se orinaba, era castigada; en uno de los últimos días, le metieron un foco caliente en la vagina, el cual se rompió adentro. Su desesperación era tanto que cuando sus compañeros se
negaron a dejarla ir, ella les suplicó que "la mataran y siguieran con su vida".
Pero nada valió. El 4 de enero de 1989, la obligaron a jugar al mah-jong (un juego de tablero, parecido al solitario, donde el objetivo es eliminar piezas) con uno de ellos. Ella ganó la
partida. Furiosos, los cuatro la golpearon salvajemente con una pesa de hierro. Le quemaron uno de los ojos con una vela encendida.
Después rociaron sus extremidades, tronco y rostro con combustible para encendedores y le prendieron fuego; ardió durante dos horas. Sus alaridos de dolor eran terribles y ellos se limitaron a
burlarse de ella. Se le quemaron totalmente los ojos y quedó desfigurada. Cuando el fuego finalmente se consumió, los cuatro se pusieron a beber cerveza mientras observaban lo que quedaba de la
chica, aún convulsionándose en el suelo. Su agonía duró cuatro horas más, mientras ellos seguían jugando al mah-jong y le gritaban burlonamente que “no exagerara”. Junko Furuta
murió a causa de un shock.
El cadáver de Junko Furuta
Cuando se dieron cuenta de que estaba muerta, tomaron su cadáver, lo metieron en un bidón de metal y lo llenaron de cemento. Dejaron el tonel en Koto, Tokio. Fue encontrado poco después. La
autopsia mostró las torturas a las que Furuta había sido sometida y los médicos hallaron rastros del semen de más de un centenar de hombres diferentes en su ano y vagina. Su familia fue
notificada de inmediato; cuando su madre se enteró, cayó desmayada. Al recuperar la conciencia, quedó totalmente destrozada psicológicamente y nunca pudo reponerse.
El hallazgo del cadáver
Un informante infiltrado en la Yakuza avisó a la policía quiénes eran los autores del crimen. Los cuatro jóvenes fueron arrestados y enjuiciados como adultos, pero la legislación japonesa
prohibía la publicación de las identidades de los ofensores juveniles.
La muerte de Junko Furuta en versión manga
Sin embargo, sus nombres trascendieron a la prensa. Los medios realizaron una cobertura amarillista del hecho, enfocándose en la vida de Junko Furuta y replanteando la poca dureza de la
legislación japonesa contra los delincuentes juveniles.
Los titulares
Los acusados fueron condenados por secuestro y por provocar heridas que producen una muerte. Los padres de Junko Furuta ganaron además una demanda civil contra los padres de Nobuharu, obteniendo
50,000,000.00 de yenes. Pero de poco sirvió; los cuatro fueron excarcelados poco tiempo después, dado que eran menores de edad. Actualmente, los cuatro se encuentran libres; todos cambiaron sus
nombres y se establecieron en otras partes de Japón. Dos filmes fueron rodados sobre la historia: Concrete-Encased High School Girl Murder Case por Katsuya Matsumura (1995) y
Schoolgirl in Cement por Hiromu Nakamura (2004). También se publicó un manga que narra con lujo de violencia gráfica las torturas y vejaciones de la chica, así como su
ejecución. Esta publicación vendió miles de ejemplares y según un rumor, los asesinos guardan con orgullo un ejemplar.