Hermelinda Hernández Solano: "La Asesina del Hormiguero"

 


“Antes de que deserten mis hormigas,
déjalas caminar camino de tu boca
a que apuren los viáticos del sanguinario fruto…”

Ramón López Velarde

Hermelinda Hernández Solano nació en Jilotepec, Veracruz (México), en 1978, hija de Tomás Hernández García. Tuvo un hermano llamado Willebaldo. Años después, Hermelinda afirmaría que su padre la maltrató durante su infancia, aunque este y su hermano negaron esa versión. A los diecisiete años, se fue a vivir con Rubén García, con quien tuvo dos hijas: Sandra y Yamilet. A los veintidós años abandonó a su familia; se marchó de su hogar para, según diría tiempo después, “poder rehacer su vida”, sin importarle su esposo ni sus dos pequeñas hijas. Se dirigió entonces a la ciudad de Xalapa, donde conoció a otro hombre y se fue a vivir con él. Su nuevo amante respondía al nombre de Abraham Durán Cruz, de treinta y tres años de edad, de ocupación aluminero, con domicilio en la colonia Los Prados.
Hermelinda Hernández Solano

Un día de 2008 regresó a Jilopetec con la intención de ver a sus hijas, pero no las encontró. Tampoco a su ex esposo. No regresó más. Para entonces ya tenía otra hija: Yazmín Durán Hernández, quien la acompañó en ese viaje. Hermelinda la maltrataba constantemente. Un tiempo vivió con José Luis Sangabriel, un hombre que defendía a la pequeña de las crueldades de su madre. Esto fue la causa de la separación de ambos.

Yazmín Durán Hernández

En el interior de la vivienda ubicada en la calle Plaza del Sol nº 5, en la Colonia Plan de Ayala, construida con láminas y pedazos de madera y cartón, había ropa mojada y sucia, botellas de refresco vacías, trastes con comida podrida, basura y heces de perro. La niña ni siquiera recibía alimento suficiente; los vecinos tenían que regalarle comida, pues Hermelinda no se preocupaba por ello.

El lugar del crimen

Hermelinda se convirtió en empleada de un bar localizado sobre el bulevar Xalapa-Banderilla. Pero el dinero no alcanzaba. Desquitaba entonces su rencor y su frustración con su hija. La golpeaba con una vara de ortiga para causarle reacciones alérgicas; también usaba un palo o un cable eléctrico para azotarla. La bañaba con agua helada por la mañana antes de sacarla a la intemperie, totalmente desnuda y restregaba sus genitales con un cepillo de dientes hasta hacérselos sangrar. Su castigo favorito era desnudarla por completo, subirla a un cerro cercano y sentarla encima de un hormiguero. La dejaba allí un minuto y medio, para que las hormigas la mordieran. Después la quitaba, la llevaba a su casa y le daba una golpiza. La niña profería alaridos de dolor todo el tiempo y vivía en un estado de constante horror. Los vecinos siempre escuchaban su llanto, pero nunca denunciaron nada. A veces Hermelinda la amordazaba porque le molestaban sus gritos.


El 17 de septiembre de 2009, llegó a las 06:00 horas a su casa. Estaba harta y quería marcharse. Su hija Yazmín estaba durmiendo; se dio cuenta de que se había orinado en la cama, lo cual le dio el pretexto ideal. Comenzó a gritarle a la niña y le dio varios golpes. La sacó de la cama y, aún adormilada, la desnudó por completo. La sacó de la casa a la calle, para que la niña sufriera con el frío matutino. Luego, Hermelinda se fue a dormir. A las 09:00 horas, Maricela Andrade Casilda, la mujer que le daba alojamiento, fue a ver a Hermelinda para decirle que bañara a su hija y la abrigara porque le haría daño tanto frío. Molesta porque la habían despertado, Hermelinda montó en cólera y decidió ejecutar el plan que había meditado durante varios días.


Tomó a su hija, de apenas tres años de edad, y se la llevó hasta un cerro cercano. Incluso tenía un cable amarrado a un árbol para subir con mayor agilidad. "¡Apúrate o te jalo de las greñas!", le gritó. Cuando estaban a punto de llegar arriba le dijo: "¡Camina, que sólo es un castigo!". La niña, al saber lo que le esperaba, le prometió que ya no se iba a orinar en la cama, pero no valió de nada. Además, Hermelinda ya estaba decidida: iba a matar a su hija.


La niña aún iba desnuda. Hermelinda buscó entonces el hormiguero más grande que encontró. Luego le ordenó a la niña que se acostara encima. Ella no tuvo más remedio que obedecer. De inmediato, las hormigas comenzaron a invadir el cuerpo de la pequeña. Las mordidas no se hicieron esperar; la niña comenzó a llorar y a quejarse, pero Hermelinda regresó a su casa sin hacerle caso. Después declararía que había dejado a la niña solamente un minuto y medio, pero en realidad la dejó allí dos horas.

El hormiguero

A las 11:00 de la mañana, Maricela Andrade y su esposo escucharon los gritos de dolor de Yazmín, que llamaba a su madre. "¡Quítame, quítame! ¡Mamá, no me mates...!", fue lo último que gritó la niña. Fueron a buscarla y subieron al cerro junto con ella. Hermelinda tomó el cuerpo de la niña, pero ya no reaccionaba. La llevó a su casa y le untó alcohol. La niña comenzó a arrojar espuma por la boca y se convulsionó; luego se quedó quieta; había tenido un shock anafiláctico. Estaba muerta. Maricela Andrade solicitó el apoyo de una ambulancia para que auxiliaran a la pequeña, pero no pudieron hacer nada.

El cadáver de Yazmín

Los paramédicos notaron que la niña era víctima de maltrato y su muerte era derivada de ello, ante tal situación dieron aviso al personal de la Agencia Cuarta del Ministerio Público y a la policía. De inmediato Hermelinda quedó detenida para ser interrogada en la Fiscalía Cuarta, mientras elementos de la Agencia Veracruzana de Investigaciones (AVI) indagaban con los vecinos sobre los antecedentes de maltrato a la niña.


Hermelinda primero argumentó a los paramédicos que su hija “había ido a hacer sus necesidades fisiológicas”, pero el baño quedaba abajo y no en el cerro de donde fue bajada. Tras ser duramente interrogada, terminó por confesar con frialdad que la sentaba en el hormiguero para reprenderla y era la cuarta ocasión en que lo hacía.

“No entendemos por qué lo hizo, si hubiéramos sabido lo que le hacía a la niña se la quitamos”, declararía el hermano de Hermelinda. “No sabíamos que tenía otra hija hasta que la llevó cuando la niña empezaba a caminar, después nunca volvió y ayer nos enteramos por el periódico que unos vecinos llevaron hasta la casa, pues reconocieron a Hermelinda“.

La ficha de detención

La controvertida conductora peruana de televisión Laura Bozo, productora del programa Laura en América, viajó al estado de Veracruz y declaró que utilizaría el caso de Hermlinda en una de sus transmisiones. “¡Me gustaría agarrarla de verdad! (…) Me encolerizan estas cosas y no las tolero. ¡Eso te provoca agarrarla y sentar en el hormiguero a esa bruja!”, afirmó

Hermelinda tras las rejas


Al salir a la rejilla de prácticas del Juzgado Primero de Primera Instancia con sede en Pacho Viejo, Hermlinda declaró que estaba tranquila y no se sentía culpable por el homicidio de su hija: “No quería matarla, sino castigarla. Se orinó en su ropa, la subí hasta donde estaba el hormiguero y luego la senté por minuto y medio (…) Ya lo había hecho en otras ocasiones. Siento que soy inocente porque la quise salvar. Pero no me lo permitieron”.

Los vecinos

Posteriormente, Hermelinda cambió su declaración y afirmó que su intención era matar a su hija para posteriormente enterrarla y huir de Xalapa, con el objetivo de iniciar una nueva vida. Por eso la dejó tanto tiempo en el hormiguero, para que todo pareciera un accidente. A pesar de que su hija le suplicaba que la quitara, no le hizo caso: su objetivo era matarla.

La reconstrucción de hechos

Sometida a un examen psiquiátrico, el resultado indicó que se encontraba sana de sus facultades mentales en el momento del asesinato. El crimen que cometió en agravio de su hija presentaba todas las agravantes.

Las investigaciones



El juez primero de Primera Instancia, Ariel César Robinson Manzanilla, declaró ante la prensa que Hermelinda Hernández podría ser sentenciada hasta a setenta años de cárcel, por el delito de homicidio calificado. Tras meses de proceso, “La Asesina del Hormiguero” fue sentenciada a cincuenta años de prisión en mayo de 2010.

La asesina en la cárcel


Apenas unos días después, una mujer que había leído sobre el caso de Hermelinda en los periódicos, decidió imitarla. Su nombre era Karina Ramírez Márquez, de veinte años de edad. Alcohólica, estaba harta de sus hijos y de las obligaciones que le suponían.

Karina Ramírez Márquez


Igual que Hermelinda, Karina trabajaba en un bar de la ciudad de Xalapa. Maltrataba frecuentemente a los niños, les propinaba golpizas y los dejaba sin comer. Vivía además en condiciones de miseria, además de tener siete meses de embarazo. Intentó suicidarse, pero no lo logró.

La vivienda


La noche del jueves 24 de septiembre de 2009, exactamente una semana después del asesinato del hormiguero, Karina Ramírez Márquez regresó a su casa en la madrugada, completamente alcoholizada. Juntó en un rincón de su vivienda ropa vieja y periódicos; luego fue por sus dos hijos, Cristian Salvador Rodríguez Márquez de tres años y Yosua Alberto Ramírez Márquez, de un año seis meses de nacido. Encendió la fogata junto a un tanque de gas. Comenzó a quemarles las manos y a tratar de empujarlos para arrojarlos a las llamas.

La fogata

Pero una vecina suya, María Teresa Castillo Muñoz, de dieciocho años de edad, escuchó los gritos de dolor de los niños. Corrió a un teléfono y llamó a la policía.

Karina tras las rejas

Los agentes lograron llegar a tiempo para detenerla. Fue llevada al cuartel de San José, hasta donde arribaron autoridades municipales, quienes decidieron hacerse cargo de los menores.

Las autoridades y una de las víctimas

Ya había un caso anterior, ocurrido el 24 de abril de 2009 en la calle Hacienda Zimpizahua, del fraccionamiento La Hacienda. La estilista Cruz Elida Guevara Juárez, originaria de Zacatecas, de veintisiete años y que había llegado a vivir a Xalapa, padecía una fuerte depresión y se encontraba bajo tratamiento psiquiátrico.

Cruz Elida Guevara Juárez

Aprovechó que su esposo se había ido a trabajar para asesinar a su pequeña hija Nadia Nazareth Silva Guevara, de tres años de edad. Cruz Elida Guevara obligó a la niña a ingerir pastillas molidas de Buscapina Compositum, Nivofox, Nex y Liderthi; después le cortó el cuello y trató de asfixiarla con una almohada, para finalmente dejarla desangrarse encima de su cama. Después, la asesina se cortó las venas y se colgó de una cuerda.

El cadáver de Nadia Nazareth Silva Guevara
Cuando su esposo, de nombre Rubén Isidro Santero, regresó a su casa, encontró a su esposa colgada y a su hija destrozada. Alcanzó a descolgar a su mujer y pidió auxilio a una ambulancia; aún lograron salvarla y la trasladaron al hospital, donde quedó internada. La niña estaba muerta. “Yo la maté”, dijo en cuanto recobró el conocimiento. Su motivo fue que no era hija de su pareja actual. Su esposo declaró que Cruz Elida Guevara le envió un mensaje de texto a su celular, en el cual le pedía perdón por arruinar su vida y afirmaba que ya estaba cansada de ser un estorbo en todos lados.

El lugar del crimen

Los casos de las madres asesinas conmovieron a la opinión pública xalapeña y mostraron la descomposición social que caracterizaba ya a una parte de la sociedad mexicana en la primera década del siglo XXI.