“¿Lo ves, hijo? Ese eres tú. El Hombre del Saco”.
Antón Castro
Como una forma de controlar a los hijos, los padres se han valido siempre de seres ficticios que encarnan a crueles castigadores si los infantes se portan mal.
Personajes como el Coco, Don Marrubio, los Robachicos, los Tommyknockers, las Gitanas o Zíngaras, el Boogeyman, el Tío Saín y el Hombre del Saco que, en algunos casos, fueron personas reales
que pasaron a convertirse en arquetipos del mal gracias a sus siniestros crímenes.
"El Hombre del Saco" raptaba a los niños que se portaban mal y los transportaba en un costal, llevándolos hacia un castigo ignoto, del que nadie se atrevía a hablar, y que por omisión causaba
aún más terror entre los niños.
El caso más famoso dio lugar a uno de los mayores mitos de España. Ocurrió en Gádor, Almería, a principios del siglo XX. El infanticidio estaba íntimamente relacionado con las prácticas del
curanderismo, mismo que propiciaba el vampirismo y la utilización de sangre joven como método seguro para recuperar la salud y el vigor, perdidos por la enfermedad o la vejez. El asesino fue
Francisco Leona, a quien desde entonces se conoció como "El Hombre del Saco". En esos tiempos, Francisco Ortega “El Moruno”, un agricultor de 55 años, estaba afectado por la tuberculosis; era
un hombre inculto, primitivo e hipocondríaco. Cuando se sintió enfermo acudió a la curandera Agustina Rodríguez, de 56 años.
Francisco Ortega, el enfermo de tuberculosis
Ante la incapacidad de Agustina para mejorar su salud, ésta le puso en contacto con Francisco Leona, y a él se le ocurrió asesinar a un niño, porque estimó que cuanto más difícil, complejo y
monstruoso fuese el remedio, más dinero estaría dispuesto a pagar el enfermo. Así que se reunieron Francisco Leona, el tuberculoso Francisco Ortega y la curandera Agustina. Tras asegurarle a
Ortega que su enfermedad era mortal, le comunicó que él tenía el remedio:
“Es necesario que te bebas la sangre de un niño robusto y sano; pero la sangre tiene que estar caliente, según vaya brotando… y luego tendrás que ponerte sus mantecas en el pecho como una
cataplasma.”
El 28 de junio de 1910, los padres de Bernardo González Parra, un niño de siete años, notaron su ausencia e inmediatamente comenzaron a buscarlo; recorrieron los alrededores preguntando a los
labradores que regresaban del campo, pero no encontraron nada. Siguieron la búsqueda hasta bien entrada la madrugada, cuando los padres, ante el resultado negativo de la búsqueda, decidieron
dar conocimiento del hecho a la Guardia Civil.
Al chico lo raptó Julio Hernández “El Tonto”, quien era hijo de la curandera. Metió al niño en un saco para transportarlo, asustándolo mientras le decía que él era "El Hombre del Saco"
legendario, que se había portado mal y él iba a castigarlo llevándoselo. El chico se aterrorizó ante la llegada del monstruo con el cual lo asustaban sus padres y no opuso resistencia.
Una vez raptado el niño, se lo llevaron a Agustina. Un hijo de la curandera, José, fue a avisar al enfermo. Elena Amate, la mujer de José, preparaba la cena tranquilamente.
La curandera Agustina Rodríguez
Estando ya todo el mundo en la casa, Julio "El Tonto", el secuestrador, sacó al niño del saco. Agustina le sostenía los brazos, levantándole el derecho para que Leona pudiera realizarle un
corte en la axila que serviría para desangrarse. La sangre comenzó a caer abundantemente en un vaso que la curandera sostenía; luego le añadió dos cucharadas de azúcar y se la dio de beber al
enfermo Francisco Ortega, quien se la bebía repitiendo entre trago y trago: "mi vida es antes que Dios".
Tras esto, Francisco Leona vendó el brazo del niño para detener la hemorragia y acompañado por Julio Hernández “El Tonto”, otra vez introdujeron en el saco al pequeño, quien aún estaba vivo,
y lo llevaron a Las Pocicas, un solitario lugar donde le machacaron la cabeza con una piedra. El niño tardó mucho en morir. Una vez muerto, le abrieron el vientre extrayéndole la grasa y el
epiplón, envolviéndolo en un pañuelo. Luego metieron el cuerpo en una grieta en la tierra y lo taparon con hierbajos y piedras.
El sitio del crimen
El cadáver de Bernardo fue hallado en un barranco, a unos cinco kilómetros de Gádor, en el paraje de Las Pocicas. Estaba boca abajo, ensangrentado, aún cubierto con piedras y matorrales
arrancados de los alrededores. Cerca estaba el saco donde habían trasladado al niño.
La autopsia reveló lo siguiente:
“En el vientre existía una herida de bordes limpios debida a arma cortante, que empezando más arriba de la boca del estómago, terminaba en el pubis. Los intestinos aparecían al exterior y
estaban cortados por el duodeno, como a tres centímetros de su salida del estómago, y por el recto. Todo el colón ascendente, transversal y descendente, apareció en absoluto desprovisto de
epiplón y grasa. Falta todo el peritoneo, del cual no aparecen ni vestigios. El hígado está íntegro, así como el diafragma y todas las vísceras de la cavidad pectoral, razón por la que se
deduce que el niño murió a consecuencia de las lesiones causadas en la cabeza, y que después de su muerte le fue abierto el vientre”.
Los titulares sobre el caso de "El Hombre del Saco" (click en la imagen para ampliar)
La muerte fue producida por los golpes en la cabeza pero, ¿para qué se le había extraído la sangre y la grasa del vientre? La gente se horrorizó: la sombra de “El Sacamantecas” aparecía de
nuevo y, para colmo, esta vez acompañado de “El Hombre del Saco”. Era una historia deliciosa, así que los medios se hicieron eco de ella.
El hallazgo del cadáver
La Guardia Civil detuvo a Francisco Leona y a Julio Hernández “El Tonto” como sospechosos por el crimen. Fueron conducidos a la cárcel de Almería y sometidos a interrogatorios tras los
cuales, Francisco Leona confesó ser culpable y Julio Hernández “El Tonto” aceptó ser el cómplice del asesinato de Bernardo. La reconstrucción del crimen no resultó fácil, pero al final de
varias sesiones se pudo saber toda la verdad. Tras la reconstrucción del asesinato, se descubrió que al niño le extrajeron la sangre para que Ortega la bebiera aún caliente, y la grasa le
sirvió de emplasto con el fin de combatir sus males.
La mano de Francisco Leona, "El Hombre del Saco"
Francisco Leona fue condenado a la pena máxima por garrote vil, pero murió en la cárcel antes de que ésta fuera ejecutada. Francisco Ortega (el enfermo), Agustina Rodríguez (la curandera) y
su hijo Julio Hernández "El Tonto", fueron condenados también al garrote vil. José, el otro hijo de Agustina, fue condenado a diecisiete años de cárcel y su mujer Elena Amate fue
absuelta.
Elena Amate
Gracias a los informes psiquiátricos, Julio Hernández "El Tonto", quien puso a la Guardia Civil tras la pista de Leona por su resentimiento debido a que no le pagaron las cincuenta pesetas
que le prometieron por participar en el asesinato, fue indultado.
Periódico de la época hablando sobre "El crimen de Gador" (click en la imagen para ampliar)