Armin Meiwes: "El Caníbal de Rothenburg"


“Al rojo de la tarde se eleva una silueta;
murmura una tonada: la llave está en la puerta…”

Real de Catorce

Armin Meiwes nació en Alemania. Era un chico normal en la escuela, aunque algo retraído y apartado de sus compañeros, que lo molestaban frecuentemente.

La madre de Meiwes

En su familia vivió las sucesivas separaciones de su madre y al final de su pubertad vivía sólo con ella, sometido a una estricta disciplina.


Su madre lo chantajeaba emocionalmente para que permaneciera siempre a su lado; esto duraría hasta su edad adulta.


En su juventud, Meiwes presenció escenas de matanzas de animales en las que él participaba, para luego continuar con un gran banquete; esto pudo influir en su estado mental posterior.

Armin Meiwes de niño

A la edad de dieciocho años, Meiwes se muda con su madre a la enorme mansión que la familia poseía en las afueras de Rothenburg. El lugar tenía cuarenta y cuatro habitaciones, y los amigos de Meiwes la llamaban “La Casa de los Espíritus”.

La casa familiar

Aquellos cuarenta y cuatro sitios oprimían con su inmensidad el espíritu adolescente de Meiwes y le provocaban una avasalladora sensación de soledad.


Se refugiaba con amigos imaginarios y en el retorcido amor de su madre, que lo tuvo atado a él fingiendo todo tipo de enfermedades.


Meiwes ingresó en el ejército, donde destacó por su disciplina. Apoyaba a los subalternos y se llevaba bien con ellos. Se llevaba a su madre con las excursiones de su brigada y pasaba la noche con ella, aunque en habitaciones separadas.

Meiwes en sus días como militar




Tras su servicio en el ejército, Meiwes trabajó como técnico de computadoras en un centro informático de Kassel. En su trabajo también se le consideraba diligente y eficiente.


Entre sus aficiones estaban la lectura de libros sobre caníbales, muertes violentas y biografías de asesinos en serie.

El alegre Meiwes en fotografías familiares


Una amiga de la familia le regaló a los catorce años una muñeca y Meiwes se la comió. Además, coleccionaba partes de los cuerpos de varias muñecas, mismos que guardaba en un cofre para ocultarlas de su progenitora. Con ellas construía extraños y grotescos seres.


La madre de Meiwes falleció en 1999 en la mansión de Rothenburg: un accidente en el sótano mientras su hijo estaba en el trabajo puso fin a sus días. Tras su muerte, Meiwes se quedó solo en el mundo: los únicos lazos familiares y sentimentales que mantenía desaparecieron de su vida.

Meiwes y su madre poco antes de su muerte


Una amiga le dijo que era el momento de que dejara atrás al niño y se convirtiera en hombre. Pero Meiwes no estaba de acuerdo. Se sentía solo y desprotegido.


A partir de este punto, inició su carrera como obsesivo navegante de Internet. Miles de fotografías de crímenes, accidentes, cuerpos desmembrados y torturas componían el archivo fotográfico de su computadora. Foros como "Gourmet" o "Caníbal Café" le proporcionan la plataforma ideal para contar y compartir sus fantasías más profundas.

Una de las páginas de Internet

Así comenzaron sus primeros contactos. Meiwes puso un anuncio donde especificaba: “Se busca un hombre joven, entre 21 y 40 años, que quiera ser devorado”.


Primero un cocinero se ofreció a sí mismo, así como a dos de sus ayudantes para ser degustados. Meiwes tuvo la oportunidad de matarlo y devorarlo. Sin embargo, ante las dudas de la víctima en el momento preciso, lo dejó marchar. El banquete sólo tenía sentido si la víctima también estaba de acuerdo. Esto molestó un poco a Meiwes, quien había pedido que sólo acudieran a su llamado hombres serios.


En el chat, conoció a Bernd Jürgen Brandes, un ingeniero de Berlín. Brandes había tenido una vida atormentada. Su madre se suicidó cuando él era un niño tras padecer profundas depresiones. Su padre lo dormía leyéndole cuentos de hadas aterrorizantes; Brandes recordaba sobre todo la fascinación que en él ejercía la historia de Hansel y Gretel, engordados por una bruja para ser devorados.

Bernd Jürgen Brandes, el platillo principal

Brandes se declaraba bisexual, y violencia y tortura formaban parte de sus rituales sexuales cotidianos: frecuentaba prostitutos que conocía en los bares, a los cuáles les solicitaba que mordieran su pene y se lo arrancaran, cosa que ninguno quiso hacer.

Uno de los amantes de Brandes

Brandes tenía una pareja estable, a quien dejó todas sus pertenencias antes de lanzarse en pos de Meiwes para ser asesinado y comido. Había en él la sensación de un destino manifiesto, de que era el rol que debía cumplir en el mundo. Sentía culpa por el suicidio de su madre y pensaba que, al morir y ser devorado, pagaría un poco de ese precio.



Brandes se citó con Meiwes el 10 de marzo de 2001 para un fin de semana, donde ambos pusieron a prueba sus instintos caníbales. Se dice que cuando se encontraron en el andén, Brandes le extendió la mano y le dijo: “Yo soy tu carne”, a lo que Meiwes respondió: “Yo soy Armin”.


En cuanto a los motivos que llevaron a la víctima a ofrecerse, Meiwes manifestó posteriormente que no entendía el sentimiento de felicidad que Brandes experimentaba.


Tras la despedida en la estación, Brandes lo pensó mejor y llamó a Meiwes para que lo recogiese. Quería probar otra vez. Meiwes grabó todo con una cámara de video. Después de varias horas de conversación y de ingerir veinte pastillas para dormir, dos botellas de jarabe para la tos y media botella de whisky, Brandes quiso que Meiwes le amputase el pene. Meiwes lo mordió y trató de arrancarlo con la boca, entre los gritos de dolor de Brandes, pero al final no pudo; el pene quedó solamente desgarrado. "Córtalo de una vez", dijo la víctima. Así que Meiwes tomó el cuchillo y terminó su labor.

La mesa donde Meiwes cortó el pene de Brandes

Por fin Brandes pudo cumplir un sueño: comerse sus propios genitales. Meiwes partió el pene en dos trozos y los puso en la sartén, aderezándolos con pimienta, sal y ajo. Estaba contento mientras cocinaba y conversaba con Brandes, quien pese a que estaba muy drogado y alcoholizado, hablaba sobre lo bien que olía el guisado hecho con su pene.

La cocina y el comedor de la casa de Meiwes


Al comerlo, notaron que su tamaño se había reducido a causa de la cocción. Brandes lo mordió, trató de masticarlo, pero al final lo dejó sobre el plato y le reprochó a Meiwes: "Está muy duro. No puedo comerlo. Dijiste que todo sería perfecto..."

El interior de la casa de Armin Meiwes


Tras cenar, Meiwes cargó a Brandes hasta depositarlo en la bañera. Se quedó allí diez horas, tras lo cual perdió el conocimiento. Cuando despertó, ambos acordaron que Brandes debía ser sacrificado. Meiwes lo cargó de nuevo, lo puso sobre una mesa y le enterró un cuchillo. Cuando éste agonizaba, lo remató. “Movía la cabeza de un lado a otro. Se puede ver un movimiento bucal”, dijo un forense presente en la proyección del vídeo durante el juicio.

La bañera

Luego lo destripó, lo descuartizó y enterró algunos trozos en el jardín, mientras otros los congeló y se los comió en días posteriores. Meiwes vio por fin cumplido su deseo de comer carne humana. Según las declaraciones a la policía, la carne de Brandes tenía un sabor muy parecido a la carne de cerdo. “A él también le dio placer, había soñado con ser comido”, declararía a la policía. Devoró veinte kilos de carne humana, siempre acompañados por vino tinto chileno. “El momento de descuartizarlo y destriparlo lo contemplé a menudo”, aseguró en su testimonio.

El refrigerador donde Meiwes guardó la carne

Meiwes había satisfecho su fantasía, pero esto no era suficiente. Los meses siguientes los pasó buscando nuevas víctimas. Necesitaba carne joven y fresca. "Se me está acabando la carne", afirmó en un foro. Esta actitud fue la que condujo a la policía a desenmascararlo.


Un estudiante de Innsbruck denunció a Meiwes, quien aseguraba en los foros haber probado la carne humana. En el recuento de respuestas, se registraron varios centenares de víctimas, todas dispuestas a dejarse devorar por el caníbal.

“La Casa de los Espíritus”: el lugar del crimen


La policía lo arrestó un año después del asesinato. El veredicto de los psicólogos y psiquiatras mostró que Meiwes no presentaba ninguna enfermedad mental cuando cometió el crimen, pero consideraron que su víctima no podía pensar racionalmente.


La fiscalía quiso juzgarlo por asesinato con motivos sexuales e imponerle cadena perpetua. El problema era que la víctima dio su consentimiento al asesino y la defensa usó ese argumento para que se considerara como “homicidio a petición”, una especie de eutanasia ilegal, lo que sólo implicaba una sentencia de entre seis meses y cinco años de prisión, anulando la consideración de que fue un asesinato.

El juicio de Armin Meiwes



Según el profesor Arthur Kreuzer, del Instituto de Criminología de la Universidad de Giessen, el caso marcó un hito en la historia judicial. "Es un asesinato convenido por víctima y asesino. No creo que pueda considerarse como el peor caso de asesinato premeditado", matizó el profesor. El abogado defensor citó como un argumento favorable que Meiwes dejó libres a cuatro personas que se habían ofrecido voluntarias para el sacrificio, por las dudas que mostraron. Brandes sí dio su pleno consentimiento antes de que lo matasen. Pero esto valió de poco y Meiwes fue condenado a cadena perpetua por cometer un asesinato con motivos sexuales.


El caso de Armin Meiwes conmovió a todo el mundo por su extraña crueldad. Meiwes disfrutó dando entrevistas a causa de la popularidad que le dieron los medios de comunicación. “El Caníbal de Rothenburg” grabó en tres cintas de vídeo, de casi cuatro horas, cómo cortó el pene a Brandes, cómo ambos lo comieron y cómo finalmente troceó y comenzó a devorar al moribundo. La Audiencia de Kassel, donde se desarrolló el juicio contra Meiwes, rodeó de fuertes medidas el trío de cassettes que contienen las escenas que en el mercado negro pueden alcanzar los 50.000 o 60.000 euros, según los expertos. Todo lo que rodea a Meiwes huele a dinero: él mismo ha anunciado que escribirá sus Memorias en lo que seguramente será un best seller.


A las cintas, que aún están en la caja fuerte del Tribunal, sólo tienen acceso dos agentes y un funcionario. Durante el juicio, la filmación fue exhibida el 8 de diciembre ante los jueces, el jurado y los abogados. “Llegué a pensar que estaba en una casa de locos”, contó tras la proyección una de las Magistradas.

Los titulares

En principio, las férreas medidas de seguridad parecían indicar que las cassettes no saldrían nunca a la luz. Pero hay copias. La propia Audiencia de Kassel reconoció su existencia, y afirmaron que se encuentran bien ocultas en Wiesbaden, la capital del Estado de Hessen, de donde procede Meiwes. “Las cintas nunca estarán a la venta”, sostiene Mark Benecke, un reconocido forense. “Y eso que lo prohibido es lo que más atrae a la sociedad. Esa misma atracción fue la que le hizo a Meiwes poner una cámara a grabar. Lo quería volver a ver después. Para él, era un bonito recuerdo”.


El grupo musical Rammstein se mostró tan impactado con la noticia que en 2004 decidieron componer el tema “Mein teil”, cuya letra relata lo que probablemente sintió la víctima. Curiosamente, Meiwes demandó a la banda por esto.



En 2007, el disco Eat me, drink me de Marilyn Manson también abordó el tema del canibalismo de Meiwes. El grupo español Undernoise interpretó un tema titulado “El caníbal de Rothenburg” que decía:

“Tentadora oferta recorre la red / alguien está muy desesperado / puedes ir cogiendo ya la vez / si quieres ser devorado / ¿Quién tiene el placer? / puedes contar conmigo / soy de buen comer / rebaña hasta el ombligo / tu cita en camino vas a disfrutar / entresijos varios en tu paladar / vaciarás las entrañas con devoción / serás un perfecto anfitrión / ver para creer / historia sin sentido / ¿tiene razón de ser?/ verdugo consentido / muy contento / ansiado momento / preparado / el cuchillo afilado / entra por la puerta, sonríes al ver / el buen porte del desconocido / te entran ya ganas de comer / imaginando un buen cocido / venga, túmbate / tengo un escalofrío / tú relájate / bien, no diré ni pío”.


Finalmente, en 2008 se estrenó la película El Caníbal de Rothenburg, dirigida por Martin Weisz y premiada en varios festivales a nivel mundial. Otra versión es la cinta alemana Caníbal, dirigida en 2005 por Marian Dora. Y en 2009 se puso en cartelera la obra de teatro “Los prohombres”, de Noé Morales.