Esta página está dedicada a un amigo muy especial que pidió esta sección...
México es un país fiestero que a la menor provocación se pone a cantar. Un país que se encuentra lleno de tradiciones de las cuales nos sentimos orgullosos y comida exquisita que está a la altura de las mejores del mundo.
Éstas son solo unas muestras de nuestra herencia cultural.
La fiesta de la Candelaria se celebra el 2 de febrero; aún queda el olor a ramas de pino ya seco. La fiesta arranca de la antigua tradición hebrea de la purificación de toda mujer después de un parto que habla de que cuarenta días después del nacimiento de un hijo, la madre iba al templo, llevando un cordero o una paloma para sacrificarlos. Una vez consumado el sacrificio, la mujer quedaba limpia de su “impureza legal”, María, como era pobre llevó dos tórtolas.
En oriente y al principio también en occidente, la conmemoración más importante era la del encuentro de Jesús con Simeón y ya desde el siglo V se tienen noticias de la celebración en Palestina de
este acontecimiento por medio de una procesión con velas o candelas.
En la Nueva España se continuó la tradición y costumbres religiosas. Los misioneros del siglo XVI transplantaron las conmemoraciones, inesperados en el texto de Simeón en ese llevan la “luz para
iluminar a los gentiles”.
La tradición pasó de generación en generación, y de uno a otro país; al nuestro, también, y arraigó. Se buscan padrinos que acompañen el acto de la bendición del Niño. Queda así establecido el
compadrazgo, un vínculo muy respetado durante los tres años de su duración. El primer año se lleva la imagen del Niño acostado, como lógicamente debió estar en su cuna. El segundo año los dueños
de la imagen llevan a un Niño sentado. Y el tercer año el Niño en el que acuden a la iglesia, está paradito, puesto que se supone que ya puede caminar e incluso correr.
Cuando en esta fiesta se concurre a la iglesia con el Niño Jesús, se llevan velas o candelas que quedan encendidas en representación de la luz de la fe, en el lugar del donante, que, aunque
ausente, desea significarse en aquellas luces.
Más no acaba allí la obligación de los padrinos. El siguiente paso es “vestir al Niño”. Por estas épocas es usual encontrar en mercados, tiendecillas y en algunos establecimientos donde venden
artículos religiosos singulares letreros que rezan: “Se visten Niños Dios”. Porque no cualquiera puede ataviar estas imágenes, muchas veces diminutas. Manos hábiles en la aguja y el correr del
hilo, cosen y bordan primorosamente estas prendas muchas veces la especialización recae en señoritas, ya mayores, por lo que ha surgido el dicho: “ya te quedaste para vestir santos”, mismo al que
la ingeniosa réplica popular contesta con otro, el también muy conocido: “es mejor vestir santos que desvestir borrachos...”
LOS TRADICIONALES TAMALES
En la creencia popular lo importante de esta fiesta, es haber nombrado como padrino o madrina a la persona que el día de Reyes, dentro de su pedazo de rosca encontró el muñequito; esto además de
lo ya mencionado lo compromete a dar en esta fecha la merienda que consiste por lo general en tamales de dulce y chile, acompañados de champurrado. Y para apagar la sed una rica agua fresca hecha
con naranjas, ciruelas pasas, cacahuates, betabel y jícama y para adornarla un poco de lechuga picada.
Con esta celebración terminan las fiestas de la Epifanía.