Algunos psiquiatras creen que los "endemoniados" son víctimas de esquizofrenia o personalidad múltiple, ocasionada por abusos sexuales sufridos en la infancia. Otros sugieren que se debe al síndrome de Gilles la Tourette, cuyos afectados maldicen, gruñen y se retuercen de manera incontrolada; aunque este mal es incurable y la posesión, sin embargo, se cura. Por su parte, la doctora Judith L. Rapoport lo achaca al desorden obsesivo compulsivo (OCD).
El padre Martínez Sierra, teólogo y profesor de la Universidad de Comillas (Madrid) ha declarado que "antes de determinar si alguien está poseído o no, hay que desterrar absolutamente una posible enfermedad mental o la existencia de fenómenos parapsicológicos. Por eso, antes de aprobar un exorcismo se exigen informes de psiquiatras y parapsicólogos. Tan sólo si la persona presenta varias de las características señaladas por el ritual (aversión exagerada a lo sagrado, conocimiento de cosas ocultas o de lenguas ignoradas, y fuerza sobrehumana) puede tratarse el caso como una posesión. En cualquier caso, al demonio no le es preciso llegar a ésta para dificultar el reinado de Dios".
Por su parte, el padre Fortea, párroco de la diócesis de Alcalá de Henares (Madrid), esta de acuerdo en que sacerdotes y psiquiatras han de trabajar conjuntamente en casos de supuestos posesos. Aunque, tal y como explica en su tesina, El exorcismo actual, varias razones distinguen claramente al poseso del enfermo mental. "Los posesos son personas absolutamente normales cuando salen de los períodos de crisis, no padecen delirios ni alucinaciones, cosa que no ocurre a los esquizofrénicos. Tampoco puede tratarse de epilépticos, pues los espasmos y agitación que sufren duran más de los 15 minutos que se prolongan estos ataques.
Además, durante la posesión, las convulsiones y crisis de violencia van en aumento, en lugar de disminuir, como ocurre con los enfermos mentales, y simultáneamente a ellas aparece una nueva identidad que razona y contesta coherentemente. En todo caso, no deja de ser curioso que este extraño síndrome demonopático de disociación de la personalidad, con el que numerosas personas acuden a las consultas de los psiquiatras desaparezca para siempre con una oración litúrgica, cuando desde un punto de vista psiquiátrico, con el exorcismo se debería reforzar la sugestión del enfermo. Por supuesto que algunas personas pueden fingir que están poseídas, pero para desenmascararlos basta decir el fragmento de un discurso de Cicerón en latín; si se agitan frenéticamente, entonces el sacerdote puede enviarlos con tranquilidad al psiquiatra. Es absurdo también – nos explica Fortea – sostener, como hacen algunos, que los posesos liberados por Jesús padecían en realidad enfermedades diversas. "Nunca se utiliza en los Evangelios la palabra posesión como sinónimo de enfermedad. Y además, si Jesús no creía en la posesión, ¿por qué no nos confirmó que estábamos en un error? Por el contrario, en Lucas 13,32 Jesús mismo se atribuye el poder de expulsar demonios y lo distingue de la virtud de curar enfermos. En realidad Jesús es el Gran Exorcista, y la Era Mesiánica se distingue por que al fin los demonios pueden ser expulsados del Reino de Dios". Ayudante del padre Amorth en Roma, Fortea, para quien "el demonio no tiene cuerpo, tan sólo se manifiesta a través del cuerpo invadido", tuvo la oportunidad de asistir a varios exorcismos. "Lo que ocurre en una posesión es algo más moderado y sorprendente a la vez que lo relatado en la película El Exorcista. No es usual que en un mismo caso se reúna toda la fenomenología que se produjo durante el caso en que se basó el film; normalmente el poseso se limita a blasfemar ante lo sagrado, caer en trance y poner los ojos en blanco, además de agitar los brazos mientras se le dicen las oraciones. Pero puedo asegurar que algo maligno emana de la persona".
Opinión de la Iglesia
El hecho de que Juan Pablo II tuviera que hacer frente, en septiembre de 2000, a una joven endemoniada, ha puesto de actualidad el fenómeno de la posesión diabólica. La Iglesia admite la existencia del diablo y, aunque no es un dogma de fe, también acepta que el maligno tiene poder para poseer a una persona. Así, en el Nuevo Catecismo se lee: "El exorcismo esta dirigido a la expulsión de los demonios o a la liberación de una posesión demoniaca a través de la autoridad espiritual que Cristo confió a su Iglesia". En Italia, la cifra de supuestos posesos debe ser muy elevada, pues la Conferencia Episcopal de este país ha pedido a los párrocos más rigor selectivo a la hora de reclamar exorcismos.
Asimismo, ha decidido imprimir cuanto antes en versión italiana el Rituale Romanum, revisado en 1998 par la
Congregación del Culto Divino. En él hay algunas oraciones para rezar en solitario contra el maligno. Por su parte, el padre Gabriele Amorth, con más de 50.000 exorcismos a sus espaldas, ha
declarado que "el mundo esta lleno de demonios dispuestos a adueñarse de personas, animales y cosas. Y existen varias vías: el ocultismo, los cultos satánicos y los maleficios". De la misma
opinión es el padre Suñer, exorcista durante cuatro años de la diócesis de Barcelona: "Cualquier práctica esotérica puede permitir que el demonio entre en una persona si ésta invoca a
Satanás".
Rituale
Romanum
Entre las reglas a seguir por el exorcista que se indican en el Rituale Romanum de la Iglesia Católica para expulsar al diablo estan:
Colocar un
crucifijo ante la vista del poseso o en sus propias manos. Ponerle reliquias y medallas. Pero no acercarle demasiado la Santa Hostia pues puede maltratarla.
No dialogar nunca con el demonio y ordenarle que se limite a contestar a las preguntas que se le dirijan. No creerle si simula ser un ángel o un difunto.
No dar crédito a lo que vea u oiga que hace o dice el poseso.
Preguntar a la víctima el nombre y número de entes malignos que lo poseen.
Preguntar en que época y por qué o cómo se produjo la posesión, así como el día y hora en que abandonara al poseso.
Exorcizar con autoridad enérgica, insistiendo en las palabras que más hacen sufrir al poseso. |
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Rituale Romanum |