Esta historia de terror emitida en vivo por el programa “La Mano Peluda” la puedes escuchar en YouTube desde aquí. La siguiente historia esta contada desde la perspectiva del conductor del mismo programa, aun así no deja de ser aterradora.
Una de las historias más famosas del programa es el caso de Josué, un joven que un día, en compañía de su abuelita, su mamá y dos hermanitos cruzó la frontera en busca de una mejor condición de
vida. Al paso del tiempo su situación era precaria y Josué, como hijo mayor, vivía desesperado por hallar la solución para que su familia dejara de padecer la pobreza. Trabajaba en un lado y en
otro, ganando apenas lo suficiente para comer, y un día amaneció con una idea que según él remediaría todo: vender su alma al mal.
Al cabo de 11 meses este joven consultó, investigó, consiguió algunos libros de magia negra y una noche se le aparecieron en su cuarto tres sombras que le dijeron:
—Josué, así que quieres dinero y poder.
—Sí, es mi mayor deseo —respondió el joven.
—Entonces, para cerrar el trato necesitamos el alma de un ser querido.
—¿Cómo un ser querido? —dijo Josué sobresaltado— Si estoy haciendo todo esto es precisamente para que ellos estén bien.
—Si realmente quieres que tu familia deje de padecer hambre, debes entregarnos el alma de uno de sus miembros. Tienes hasta la próxima luna llena para hacerlo; de lo contrario, te va a pesar.
Y las sombras se fueron. Esa noche fue la más larga en la vida de Josué. No durmió pensando en lo que las sombras le habían dicho y a su cerebro llegaban pensamientos encontrados. Y al otro día se enteró de que faltaban dos noches para la luna llena y él tenía que resolver la situación.
Un joven de apenas 16 años, con el firme deseo de cambiar el destino de su familia, frente a la oportunidad que por mucho tiempo había buscado decidió llevar a cabo el siniestro plan. El problema era a quién de sus familiares entregaría. “A mis hermanitos, no, los quiero mucho. ¿A mi madre? Tampoco, ella me dio la vida… Ya sé, a mi abuelita, al fin ella ya vivió.” Y así llevó a cabo el macabro hecho. El joven me narró que una noche asfixió a su abuela. Posteriormente, al hacer los trámites de muerte, las huellas del crimen inexplicablemente habían desaparecido y el hecho parecía una muerte natural. A partir de ese momento Josué recibió un anillo que simbolizaba su compromiso con el mal, y la vida de su familia y la suya por fin cambiaron. Empezó a recibir dinero, lo que le permitió continuar sus estudios. Se abrieron todos los caminos y descubrió en su cerebro una gran facilidad para aprender. Cierto día se separó de su familia para irse a vivir solo. Al paso del tiempo concluyó sus estudios y obtuvo el título de biólogo. Más tarde realizó el doctorado y tiempo después fundó una empresa. Al parecer lo tenía todo, menos tranquilidad interna. El remordimiento a veces era borrado por la abundancia de lujos y las excentricidades. Josué ahora tenía dinero y cierto estatus que le permitía tener y hacer casi todo lo que deseaba. Nadie sabe por qué, pero su familia se había alejado de él. Su soledad únicamente la paliaba con el dinero, la vanidad, los bienes, pero su vida estaba completamente vacía.
Estarán de acuerdo en que era una historia poco común y muy impresionante. Hasta ese momento podía ser cierta o no, cosa que se me aclaró cuando, durante una entrevista telefónica con Josué, el
ambiente de la cabina poco a poco fue cambiando. Empezó a salir frío de bajo la mesa, lo que me inquietó mucho. En ese preciso instante Josué nos sorprendió a los radioescuchas y a mí cuando
desesperadamente mencionó que un ente se aproximaba a él.
—Es una mujer que flota y tiene una enorme boca de donde surge una lengua como de serpiente. Ahora está frente a mí y trae algo en la mano.
—¿Qué trae en la mano? —le pregunté.
—Una cruz invertida que en el centro tiene algo como un ojo —respondió el joven entre sollozos—, pero lo que me preocupa es que me dijeron que cuando viera esto me iba a morir.
Comenzó a llorar con un llanto lleno de angustia y terror. Le dije que se tranquilizara y escucharíamos a un experto en estos casos.
En ese momento mandé a corte comercial y solicité a mis productores que me comunicaran con el pastor Roberto Guazo, uno de los más importantes colaboradores del programa, un hombre comprometido
con sus creencias y dueño de gran experiencia en casos espirituales difíciles. Fuera del aire comenté con el pastor el caso y lo que me estaba ocurriendo en la cabina. Me dijo que la situación
del joven era muy grave y que invocara a Dios y abriera la sagrada Biblia. Así, los seres de maldad que habían llegado a la cabina se irían en la medida en que permaneciera en calma, pasara lo
que pasara. Por supuesto, él hablaría con este joven que necesitaba ayuda urgente.
Entramos nuevamente al aire y Josué me indicó que el ser se le había aparecido meses atrás y en esa ocasión lo había golpeado como castigo, ya que había regalado dinero a uno de sus empleados que
se encontraba en apuros y eso lo tenía estrictamente prohibido. En su casa diariamente aparecían fuertes cantidades de dinero, pero era exclusivamente para gastos personales y no podía regalarlo
en beneficio de persona alguna.
El pastor Guazo intervino y le preguntó si estaba realmente arrepentido y si quería que esto terminara. El joven contestó afirmativamente. Luego el pastor le pidió que fuera por su Biblia y la
abriera porque iniciarían una oración. Josué lo intentó, pero dijo al pastor que no la podía abrir. El pastor se puso a orar y el ser en forma de mujer se retiró. Nuevamente le pidió que abriera
la Biblia y Josué manifestó angustiosamente que estaba como pegada y no la podía abrir. En ese instante Josué, alarmado, nos comunicó que había más seres que se aproximaban.
—Son tres seres horribles. Ayúdenme, por favor.
—¡Josué!, toma la Biblia y ábrela, vamos a orar —dijo el pastor.
—¡No puedo! Ellos me están pegando —dijo Josué espantado y llorando.
—Entonces repite conmigo —le indicó el pastor, y juntos oraron, pero al joven lo interrumpían unos gruñidos que provenían de aquellos seres.
De verdad, viví una horrible experiencia cuando estos seres empezaron a hacer ruidos como cerdos y en tono de burla. El pastor Guazo interrumpió la oración y se dirigió enérgicamente a
ellos.
—En el nombre de Dios, cállense. Por la bendita sangre de Cristo, les ordeno que se callen.
Mientras, Josué que no podía orar lloraba con angustia y pedía que lo ayudáramos porque los demonios lo estaban golpeando en las costillas. En la cabina estábamos sinceramente espantados y casi
llegamos al pánico cuando el frío se acrecentó y al recitar el salmo 91 de la Biblia la hoja se enrolló sola y comenzó a desenrollarse y enrollarse de nuevo. Esto lógicamente no podía ocurrir de
la nada y no le encontramos explicación. Después una computadora portátil que utilizo para leer los correos electrónicos del programa lanzó un destello en la pantalla y se apagó. Todo esto
acontecía mientras el pastor trataba de expulsar a los diablos que estaban con Josué. A pausas, con mucha dificultad, el joven repetía la oración que el pastor mencionaba y lentamente llegó la
calma en la casa de Josué y en la cabina. El frío había cesado, pero la computadora no funcionaba. Por cierto, mi computadora portátil tenía garantía vigente y al llevarla a reparar al centro
especializado los técnicos, extrañados, me preguntaron si la había golpeado o sometido a un voltaje más alto, a lo que respondí que no. Ellos no se explicaban por qué la pantalla había destellado
y se había apagado. Según ellos no era lógico, ya que el aparato no mostraba huellas de haber sido golpeado y los circuitos de la pantalla se encontraban en buen estado y esto técnicamente no era
posible. Al final le instalaron una pantalla nueva. Estaba por finalizar la transmisión del programa. El joven Josué, más tranquilo y algo desconcertado, mencionó que a las cuatro de la madrugada
tendría que celebrar un ritual en un cerro cercano a su casa. El pastor Guazo le recomendó que no lo hiciera si deseaba terminar con esa pesadilla que había transformado su vida. El joven accedió
y, como ese viernes el tiempo de programa se me terminaba, quedamos en que se pondría a orar y a reflexionar y el siguiente lunes entablaríamos comunicación. Una vez terminada la transmisión, se
quedó platicando unos minutos con el pastor.
El lunes, al comunicarnos a su casa nos contestó uno de los empleados de Josué y dijo que el joven había sufrido un accidente el fin de semana y se encontraba en el hospital. Georgina Avilez
persuadió al empleado de que hablara con nosotros al aire, ya que cientos de llamados telefónicos y correos procedentes del país y del extranjero solicitaban información de su estado. El
empleado, que dijo llamarse Roberto, habló conmigo, pero no me decía qué le había pasado a Josué. Ante mi insistencia manifestó que no sabía exactamente qué había pasado, sólo sabía que al joven
lo habían golpeado brutalmente y le habían enterrado un crucifijo en el vientre, por lo que estaba grave en un conocido hospital. No sabía sinceramente si creerle o no, por lo que Gina, la
productora de contenidos del programa, hábilmente investigó el teléfono del hospital, que se encontraba en el vecino país del norte, y hablé con una trabajadora social. Me preguntó si era algún
familiar, pues no había nadie con él y se encontraba muy grave. Había sido sometido a una intervención quirúrgica de alto riesgo y se encontraba en la sala de terapia intensiva. Las próximas 72
horas serían críticas y por eso solicitaban que un familiar acompañara a Josué. Solicité al aire que los familiares del joven acudieran al llamado del hospital y, como llamábamos a diario, nos
enteramos de que no se presentó nadie de su familia. Dos semanas después logré hablar con Josué en el hospital y me contó lo que ocurrió aquella misteriosa noche. Los seres que lo golpeaban
mientras estaba orando con el pastor, regresaron más tarde y comenzaron a destruir todo lo que había en su cuarto. Los focos y los floreros estallaban, tiraban los libreros y demás muebles, y las
sillas y otros objetos volaban por el cuarto como si tuvieran vida propia. Finalmente una gran sombra se plantó frente a él y le recriminó con furia.
—¡Te lo advertimos, hijo de p…! Ahora vas a recibir tu castigo y te vas a pudrir en los infiernos.
Este poderoso demonio tomó un crucifijo que algún día su abuelita le había regalado y sin piedad lo incrustó en su vientre, causándole una grave hemorragia que le hizo perder el conocimiento, que
no recuperó sino hasta ese día. Pasó un mes. En el hospital lo habían dado de alta, por lo cual retornó a su casa. Allí solamente respondía a nuestros llamados una contestadora electrónica.
Dejamos varios mensajes y perdimos contacto con él.
Este caso era uno de los que me quitaba el sueño. Pensando en el joven y en la posibilidad de ayudar a que saliera de tan espantosa situación, crucé la frontera para dirigirme a su casa, situada
en una zona lujosa cercana a Los Ángeles, California. Me costó trabajo, pero logré localizar la calle donde se ubicaba el domicilio. Detuve mi coche y me dirigí a unos muchachos que se
encontraban en un vehículo por allí estacionado. Les pregunté si conocían a Josué y uno de ellos, serio y extrañado, me preguntó en inglés:
—¿Es usted policía?
—No.
—Entonces aléjese de aquí. Ellos son gente mala.
Y sin decir nada más cerró la ventanilla y el vehículo arrancó. Quedé sorprendido por lo que me había dicho aquel joven y localicé el número de la casa. Tenía al frente un jardín grande y
arreglado y la reja estaba abierta. Entré y llegué a la puerta principal. Era una casa lujosa, pero de construcción extraña, que se diferenciaba del estilo de las demás. Era como una vieja casona
europea del siglo pasado, con grandes puertas y amplios ventanales. Toqué la puerta y salió un hombre alto, delgado, de tez blanca. Parecía sajón, muy pálido y con una mirada extraña, y cargaba
un gato negro. Detrás de él se distinguía una sala enorme, pero en gran desorden y con un olor como a excremento. Se me quedó viendo como preguntándome qué quería.
—Buenos días. ¿Habla español?
No me respondió con palabras. Sólo meneó la cabeza e indicó que sí. Un escalofrió recorrió mi cuerpo.
—Mire usted, ando en busca de un joven de nombre Josué —y expliqué brevemente que había hablado con él y me encontraba preocupado por su estado—. ¿Se encuentra él?
Nuevamente, el pálido sólo movió la cabeza para indicarme que no y cerró la puerta en mi nariz. Subí al vehículo que había rentado y me retiré, pensando en lo extraño de todo este caso. Dos días
más tarde volví a México. Pasaron quince días y recibí una llamada de Josué a eso de las tres de la tarde. Me dijo que se encontraba mejor y estaba recibiendo ayuda espiritual en una iglesia que
le recomendó el pastor Guazo. No había vuelto a su casa porque le habían permitido quedarse en las instalaciones adjuntas al templo. Le platiqué a Josué que estábamos preocupados y lo había ido a
buscar a su casa y me contestó:
—No puede ser, mi casa está abandonada. Yo no quise regresar por miedo a otro ataque y mis empleados se fueron porque los asustaban mucho.
Consideré la posibilidad de haberme equivocado, pero al mencionar las características de la finca, todas coincidían. No me había equivocado. Hoy, Josué se encuentra en un monasterio, donde recibe ayuda espiritual y psicológica. No tiene permitido hablar del tema porque según los médicos que lo atienden esto retrasaría su recuperación. Espiritualmente evoluciona con la energía que le proporciona su arrepentimiento y su reencuentro con Dios. Ojalá que la próxima vez que hablé con Josué sea para que nos dé la noticia de que esa infernal pesadilla ha quedado en el pasado. Sólo una cuestión me quedó por aclarar. ¿Quién me abrió la puerta de esa mansión tan llena de maldad, la casona de Josué? ¿Usted se lo imagina? Ese recuerdo lo he dejado donde debe estar: en el olvido.
Verdad o mentira???, no pueden faltar las variantes de la historia en donde se dice que Josué era de familia adinerada caída en desgracia y al no poder soportar la situación económica vendió su alma al diablo, pero sea cierta o no esta historia, definitivamente es una de las historias más escalofriantes que hemos escuchado, si no lo creen a los que no la escucharon en la radio, te reto a que lo hagas y me digas que no se te erizó la piel como a miles de radioescuchas que nos toco escucharla esa noche...