No es casualidad que dos grupos de tres jóvenes cada uno se hayan suicidado de la misma forma el 21 de noviembre en sitios distantes entre sí. Tampoco lo es que ese suceso haya sido precedido por otro, el 12 de octubre, en el que otros dos grupos, con un total de nueve jóvenes, también se hayan quitado la vida intoxicándose al inhalar monóxido de carbono procedente de la combustión de carbón vegetal en pequeños hornillos manuales encendidos dentro de vehículos, aparcados en lugares aislados y sellados con cinta de vinilo o con lona plástica.
No se debe al azar, porque estos casos, en los que habitualmente sus protagonistas ingirieron somníferos para percibir aún
menos su intoxicación, se producen cada vez con mayor frecuencia. Es una tendencia macabra en la que los datos apuntan a Internet como punto de encuentro de los jóvenes suicidas, que
acuerdan y planifican de forma conjunta con otros extraños a ellos los más mínimos detalles de sus muertes colectivas en las numerosas páginas web y chats que existen en
Japón. "¿Estás pensando en matarte?", pregunta una elocuente página web, que añade: "Si estás seguro, nosotros te llevaremos allí". Esos sitios reciben anuncios como el aparecido en uno
de ellos: "Necesito a alguien que muera conmigo. Si eres serio, envíame un mail".
Los mejores métodos
Numerosos sitios de Internet tienen como fin reunir a potenciales suicidas, mientras que otros dan consejos sobre cuáles son
los mejores métodos para quitarse la vida, e incluso ofrecen paquetes con todo lo necesario.
El catedrático Shinji Shimizu, de la Universidad de Mujeres de la ciudad de Nara, cree que el aumento de los suicidios se puede deber a que los jóvenes japoneses no están tan expuestos a la
muerte como en las generaciones anteriores. Menos familiares mueren en su entorno, lo que hace que "no tengan un sentido de la realidad sobre la muerte, a la que se acercan como si fuera la
prolongación de un juego cibernético".
Japón tiene más suicidios per cápita que cualquier otro país industrializado, un problema que se suele relacionar con la tolerancia y tradición de quitarse la vida, pero también -según Yukio
Satio, el fundador de la primera línea caliente de teléfono para prevenir
suicidios- con la soledad, al evitar compartir con los demás, incluidos los psicólogos y los psiquiátras, cara a cara, las preocupaciones y otros sentimientos. Por eso tienden a
usar Internet. Asimismo, se ha comenzado a establecer un nexo entre los suicidios y el hecho de que no se vendan antidepresivos en Japón, así como con las carencias del sistema para tratar los
problemas mentales.
Mafumi Usui, catedrático de Sociopsicología en la Universidad de Seiryo, ha señalado al diario nipón Asahi que los suicidios en Internet reflejan el hecho de que la gente joven japonesa
carece con frecuencia de estrechas relaciones con la familia y los amigos. "La sociedad japonesa no considera el suicidio un pecado grave, como lo hace la occidental", sino que, por el
contrario, "se presenta frecuentemente como algo bello", entroncado en una cultura con una visión de la vida sintoísta, confucionista y budista.
Uno de los relatos más populares en Japón es El cuento de los 47 Ronin. Trata de un grupo de samuráis, miembros de la casta guerrera gobernante en Japón desde el
siglo XI y durante 700 años, que cometieron un suicidio ritual tras vengar la muerte de su señor. Esa historia encontró eco en los pilotos kamikazes de la II Guerra Mundial. La influencia de la
tradición samurái, que alaba el suicidio como una forma honorable de escapar a la muerte de manos del enemigo o evitar caer en desgracia, es menor actualmente que la necesidad de escapar de la
soledad, aseguran los expertos.
Otro grupo potencial de suicidas son los hikikomori, nombre que significa aislamiento y con el que se conoce el desorden mental que sufren 1,2
millones de jóvenes en Japón. Son algunas de las víctimas de las presiones del rígido sistema educativo y laboral japonés, con jornadas infrapagadas e interminables.
A esos elementos se añade la actual yuxtaposición entre la sociedad tradicional aún existente y los modernos avances sociales y económicos en el país más desarrollado tecnológicamente del mundo.
Asimismo, desempeña un papel fundamental la larga década de recesión en Japón, que ha conducido a despidos, bancarrotas y aparición de personas sin techo, algo sin precedentes en la segunda
economía del mundo, en la que hasta ahora las empresas eran los pilares de la sociedad.
Los expertos japoneses no achacan a Internet el incremento del número de suicidios colectivos, sino a los problemas que sufre Japón en exclusiva, como la enorme alienación de su
sociedad.
Con el 40% de su población conectada a Internet, Japón es uno de los países que más emplean esta vía de comunicación. Los suicidios pactados en Internet comenzaron a finales de la década de los
años noventa en todo el mundo, según la Agencia Nacional de Policía. En 2003, los casos de suicidios de todo tipo sumaron 34.427, la mayor cifra de su historia, que además fue superior en más de
un 3,5% a la de 32.143 de 2002.
El año pasado fue el quinto consecutivo en que se superó la marca de 30.000 suicidios y el primero en que se sobrepasó el número de 7.000 de los que los cometieron por motivos económicos. Es una
clara muestra de la gravedad de la recesión que ha asolado Japón durante una década y de la que hace poco más de 12 meses ha comenzado a salir, aunque sus efectos son todavía evidentes. El 22% de
esas muertes voluntarias fue de menores de 19 años, y en 34 ocasiones se trató de acciones colectivas acordadas en la Red.
Las personas de edad mediana fueron el grupo más numeroso de los suicidas en 2003 por sobredosis de medicamentos o ahorcamiento. Entre los suicidas por Internet, los jóvenes son
clara mayoría. En los primeros 11 meses de 2004 ya suman 26 los casos de suicidios en grupo.
Los 'Hikikomori' |
LOS 1,2 MILLONES DE JÓVENES japoneses, uno de cada 10 del país asiático, que viven desaparecidos de la
sociedad, escondidos del mundo, a veces durante cinco años, tras las cuatro paredes de una habitación de la vivienda familiar, pueden llegar a matar y a suicidarse, como ha
ocurrido ya en algunas ocasiones. |