La cuestión de si los perros piensan y tienen sentimientos sigue siendo tema de debate
Esta cuestión se plantea desde la antigüedad y ha sido una de las claves recurrentes a la hora de definir lo específico de la condición humana respecto de la de los animales.
El filósofo René Descartes sostenía que los animales carecían de estado consciente, de inteligencia y de cualquier proceso mental análogo al del ser humano. Esta corriente de opinión es secundada por muchos psicólogos y fisiólogos, ya que para ellos los procesos mentales del ser humano parten de estructuras diferentes y superiores de las que rigen los de los animales.
Estos especialistas hablan de que el "pensamiento" y la conducta de los animales se fundamentan en dos principios básicos: el instinto y el condicionamiento. El primero es innato y regula procesos fisiológicos básicos como la alimentación y la reproducción y todos aquellos comportamientos asociados. El segundo es aprendido y se construye a partir de la experiencia.
Sin embargo, muchos propietarios de perros sostienen opiniones contrarias y defienden las capacidades intelectuales y afectivas de sus mascotas. Es recurrente en este sentido el tópico "a mi perro sólo le falta hablar".
¿Hay una base objetiva que apoye estas percepciones? Lo cierto es que sí, ya que Aristóteles sostenía que la inteligencia de los animales difiere de la de los seres humanos más por su grado que por su naturaleza. En este mismo sentido, Darwin afirmaba que "las distintas emociones y facultades - como el amor, la memoria, la atención, la curiosidad, la imitación, etc.- de las que se jacta el hombre, se encuentran en forma incipiente y a veces bien desarrolladas en los animales inferiores".
Numerosos estudios actuales del comportamiento animal obtienen conclusiones similares que apuntan a que los perros en concreto y ciertos animales poseen en grado variable capacidad de razonamiento, sentimientos y comportamiento inteligente.