“L’Écorcheur”(el Matarife) era un asesino a sueldo al servicio de la reina Catalina de Médicis. Siniestro y sin escrúpulos, su método para solucionar problemas era temido por todos los enemigos de la reina. A cambio de una ingente cantidad de dinero, realizaba el trabajo sucio de forma, paradójicamente, limpia y efectiva. No obstante, a medida que aumentaban sus encargos y manchaba sus manos de sangre, la reina empezaba a sospechar que su asesino sabía demasiado. Ergo, decidió deshacerse de él, utilizando para tal fin a un nuevo esbirro, de nombre Sr. De Neuville.
Aunque intentó zafarse de su atacante, el Matarife no pudo sortear su suerte. En uno de los pasillos del Palacio de Tullerías, fue asesinado por Sr. De Neuville, quién le asestó varias puñaladas con un estilete.
Agonizando, y envuelto en un charco de sangre profirió una maldición: “¡volveré!” Minutos después, el esbirro Neuville huía en la oscuridad de las estancias de palacio, hasta que una escalofriante sensación lo paró en seco… Presintió que un hombre ensangrentado lo seguía y desenvainó presto su espada. No había nadie. Consternado, regresó sobre su pasos para cerciorarse de que el Matarife estaba realmente muerto.
Al llegar al lugar, comprobó aterrorizado que el cadáver no estaba; sólo quedaba como prueba un gran charco de sangre. Rápidamente, acudió a los aposentos de la reina, quién envió a sus hombre a rematar al Matarife. Por mucho que rastrearon el palacio, éste no apareció. La monarca, extrañada, decidió encerrarse a cal y canto.
Pocos días después, el astrólogo de la reina, Cosme Ruggieri, acudía a ésta para contarle que había tenido un encuentro con hombre ensangrentado, quién predijo la muerte de la reina y una serie de desgracias que caerían sobre los propietarios del Palacio de las Tullerías.
Al volver a sus aposentos, la propia Catalina se topó de frente con el hombre ensangrentado. Pavorosa, ordenó a sus criados a que empaquetaran sus cosas y abandonó el recinto para nunca más volver. La política de los Medicis pasó por diversos conflictos hasta perder su influencia; tiempo después, la reina cayó enferma de una gripe que derivó en una pleuresía.
Dicen que en su lecho de muerte recordó la profecía del Hombre de rojo. Igualmente, y en la noche de la muerte de Catalina de Médicis, varios testigos afirman haber visto a un hombre ensangrentado deambulando por los jardines de las Tullerías.