Tan extraño e insólito ha sido el caso de Sor María de Agreda, que ha merecido ser escrito como un Best Seller en nuestra querida España. Nuestra protagonista nació justamente en el pueblo de Agreda, en la Madre Patria, en 1602. De pequeña tuvo la intención de convertirse en monja y apenas tuvo la edad para ello, entró a un convento. Como se diría hoy en día, ahí hizo carrera y llegó a ser superiora del claustro.
Tenía una extraña cualidad. Entraba en sueños muy profundos que eran ya conocidos por sus amigas y jamás era turbada mientras dormía. Al regresar a su estado normal, hablaba incoherencias según quienes la conocían. Comentaba de indios y de haber estado con ellos. Obviamente, nadie le daba importancia al hecho. Pero jamás pensaron que lo que ella contaba fuese verdad.
España en esos años trataba por todos los medios de catequizar a los habitantes del Nuevo Mundo. Y los esfuerzos eran titánicos en este sentido. Si un indio no se convertía, perdía todas las posibilidades de llegar al cielo. El fanatismo religioso era algo increíble en esos misioneros.
Cierto día llegaron misioneros católicos a evangelizar a los indios de México. Pero su sorpresa fue mayúscula, ya que ellos tenían un conocimiento cabal de todas las cosas que les decían. Ya estaban evangelizados. Inclusive le mostraron un cáliz que poseían. Al preguntarles cómo habían logrado el conocimiento y, por ende, ese cáliz, dijeron que de pronto llegaba a sus tierras una monja que les transmitía ese conocimiento. El padre Alonso estaba desconcertado, lo que decían los indígenas del Nuevo Mundo era coherente y demostraban ese conocimiento. ¿Cómo era posible este verdadero milagro?
El padre Alonso Benavides regresó muy impactado a su España. Contó a sus superiores el hecho y cundió más aún el desconcierto. Tratando de ubicar a la misteriosa monja, recorrió los conventos de España. Uno tras otro fueron eliminados, hasta que entró a uno que fue algo increíble. Era el convento de la Madre María de Agreda. Sus condiscípulas le contaron de los sueños y dormideras de Sor María y que al regresar a su estado habitual contaba cosas increíbles del Nuevo Mundo, situaciones para ellas fantasiosas y a las que nadie daba crédito. El padre Alonso desenfundó un paquete y les mostró el cáliz que había recogido en México, preguntándoles si ese artefacto era del convento. El misterio era mayúsculo, ya que las monjas le confidenciaron que efectivamente era de ellas, pero que hacía un tiempo se había perdido. ¿Cómo era que él lo hubiera recuperado? El sacerdote contó entonces que lo había encontrado entre los indígenas mexicanos.
Pero, ¿cómo había llegado hasta ellos? Las preguntas eran difíciles de responder, razón por la cual las monjas recomendaron al padre Alonso hablar con su superiora, Sor María de Agreda.
La entrevista que tuvo el sacerdote con la superiora reveló hechos impactantes. Por de pronto, la superiora conocía mejor los lugares y a los indígenas que el propio padre Alonso. Al tratar de averiguar más sobre el tema, la Madre María tuvo que entregar todos los extraños detalles.
La Madre María de Agreda confidenció al sacerdote que ella tenía una extraña virtud. Que entraba en sueños prolongados y aparecía de pronto en el nuevo continente. Allá se veía rodeada por indígenas y no se le había ocurrido una mejor idea que hablarles del Evangelio y tratar de evangelizarlos. Ellos respondían maravillosamente bien y se deleitaban con las palabras de la monja. Respondían muy bien a cada pregunta. La Madre no sabía cómo llegaba a estas latitudes y de pronto se acostó con un cáliz en sus manos. Y para su asombro, al llegar misteriosamente a sus indígenas, se dio cuenta que estaba con ese cáliz y se los entregó a los habitantes de México. Esta era la extraña e insólita historia que la superiora confidenciara al padre Alonso.
Éste, temeroso de Dios y de la religión imperante, llevó el caso ante la Inquisición, que entró a tallar en la historia. Para ellos estos viajes de la monja, sin abandonar su convento, eran obra del demonio. Ya sabemos que este impacto negro de la Inquisición veía al demonio en todo hecho paranormal. Y muchos pagaron con sus vidas todo hecho parasicológico. Nadie conocía en esos años el concepto "doble astral". Para ellos, era la cola de Satanás que se infiltraba en los fieles.
La pobre monja fue analizada hasta los niveles más increíbles por los inquisidores, que tentaron toda suerte de artilugios tratando de escarbar el inconsciente de Sor María. Felizmente, tras inútiles esfuerzos, llegaron a la conclusión de que el demonio no estaba presente y que todo obedecía a una extraña e incomprensible habilidad de la monja para estar simultáneamente en dos partes. En el convento dormida y en México tremendamente activa, llevando a esos pobres analfabetos la palabra del Señor.
Felizmente, el fallo final fue a favor de María Agreda, que no tuvo que sufrir el espantoso calvario que imponía para bien de sus fatídicos propósitos una iglesia tan diferente a la que vivimos hoy.
Y así sucedieron los hechos, tal cual han sido relatados tanto por la Inquisición española como por la lectura del libro escrito en honor de esta extraña monja.