El carguero Nordie Star, de bandera norteamericana, viajaba desde Filadelfia hasta el puerto de El Havre. El mar estaba calmo y el punto de llegada no estaba lejos. La primavera de aquel 1960 en
el hemisferio norte cumplía al pié de la letra con los mandatos de la naturaleza. El operario de radio del buque -un carguero con 34 tripulantes- se comunicó con el Havre y anunció con toda
tranquilidad el tiempo estimado para el arribo. Pero nunca se volvió a saber del Nordic Star ni de su tripulación. Se lo rastreó minuciosamente en el área desde donde se había enviado aquella
comunicación, pero sin hallar una sola pista. El informe final del lapidario: "las circunstancias y los hechos por los que el buque ha desaparecido ne se aclararán jamás". Sin mas explicaciones ni
conjeturas. Y así fue. A menudo se habla y se escribe mucho sobre el famoso triángulo de las Bermudas y las
misteriosas desapariciones en esa zona, pero muy poco se mencionan casos como el del Nordic Star ocurridos sensiblemente lejos de la temida área caribeña. Son muchos, sin embargo.
El carguero español Castillo de Montjuich desapareció con sus 37 hombres en algún lugar cercano a las islas Azores.
Su similar estadounidense Cyclops se esfumó junto a sus 88 tripulantes en algún lugar del Atlántico.
Al buque petrolero Benetto Ríos, de bandera peruana, le faltaba menos de 20 horas para llegar a su destino, a juzgar por la última y muy normal comunicación radiada desde las costas chilenas. Pero el
Pacífico lo devoró en algún momento y lugar ignorados desde aquel momento, en el año 1970.
Un año antes y frente a las costas de Turquía, el buque italiano Ricci III formaba parte de un convoy con otras dos embarcaciones, pero nunca llegó a puerto.
Hay decenas de casos similares y todos tienen en común: el hecho de no haber encontrado jamás ni el menor rastro a pesar de la intensa búsqueda que se llevó a cabo con cada uno.
La leyenda y un famoso relato de Parrault que escribía cuentos para niños pero, como ocurre muchas veces en este género literario, más se parece aquí a una historia de terror como las de Cuentos de la Cripta, relata que un señor feudal enamoraba a las damas para casarse con ellas y luego matarlas, cosa que repitió varias ocasiones. Pero la historia habla de un fulano de similares características en cuanto a lo sangriento aunque no especializado en mujeres solamente sinó también en niños. Casi siempre la realidad supera la ficción, como ven. La leyenda era muy anterior y ya conocida en vida de este personaje siniestro, razón por el pueblo le dió el nombre de Barba Azul. Tenía en efecto una barba muy tupida, pero negra como el lomo de un cuervo. Se llamaba Gil de Rais y pertenecía a la nobleza francesa aunque esa calidad no alcanzaba a su espíritu, sin dudas. Vivió en su castillo de Cahtonce al que había convertido casi enuna fortaleza inexpugnable y donde llevaba a cabo sus perversas prácticas. Hoy diríamos que de él que era un psicópata y hubiera salido en varias ediciones de diarios, revistas y noticieros de TV. Por entonces, se descubrió que era un depravado inescrupuloso que, sin tener motivos, organizaba lo que daba a llamar "caza de niños". Ayudado por sus vasallos salía literalmente a cazar chiquitos que no eran mayores de 10 años, los llevaba a su castillo y los hacía pasar por tormentos tan espantosos que me niego a reproducir aquí. Luego los mataba. Este tenebroso personaje contaba a sus íntimos que tenía un pacto con el diablo: él asesinaba chicos y a mujeres a cambio del dinero y el poder que el demonio le entregaría por sus hechos. En verdad jamás logró ni dinero ni poder, pero parecía sentir un placer por matar y por el presunto pacto. Acusado por el duque de Bretaña, las autoridades, impulsadas por el clero, sitaron su castillo y lo obligaron a rendirse. Confesó sus crímenes, casi todos ocurridos entre 1434 y 1440. En los fosos de su fortaleza fueron hallados mas de doscientos cadáveres. Fué condenado a la horca y, una vez muerto, a ser incinerado en la hoguera. Según se cuenta, el verdugo, asqueado, no dejó que se muriera en la horca. Lo descolgó antes y, aún vivo, lo lanzó a las llamas. Nadie se quejó por eso. Gil de Rais pasó a formar de la galería de seres repugnantes que también los hay en las historias asombrosas.