Para la mayoría de la gente, ser enterrado vivo supone una de las peores maneras de cruzar el umbral del otro mundo. De hecho se considera uno de los temors más antiguos de la historia de la
humanidad. Hoy quiero contar la historia de una pobre mujer de Hampshire, Inglaterra, para la que la realidad de que la enterraran viva no se produjo sólo una vez…
Sucedió en 1674 y la señora Blunden vivía en Basingstone y fue la exitosa esposa de un comerciante de Malta que se encontraba de negocios en Londres cuando sucedieron los terribles
acontecimientos.
La señora Blunden de aspecto rechoncho, le gustaba, al parecer, tomar una copa después de las comidas, siendo su bebida favorita el brandy. Sin embargo, una noche y nadie sabe exactamente porque,
en lugar de encontrarse con su bebida favorita, bebió en su lugar una gran cantidad de agua adormidera que le había recetado el boticario. Algunos dicen que fue por error de las sirvientas; otros
que quiso tomarla por si misma después de sentirse mal.
Después de tomar aquella bebida fatal, la señora Blunden quedó fría como un muerto. No tenía pulso, no se oían latidos de su corazón, no se sentía su aliento. Todo el mundo supuso que estaba
muerta.
Tan pronto como el señor Blunden oyó tan terrible noticia, dio órdenes de que su esposa no fuera enterrada hasta después de que él no regresara en unos pocos días. Sin embargo, su deseos fueron
ignorados, ya que la familia de la señora Blunden consideró que con el calor del verano, además del peso de la desgraciada señora, el olor de descomposición pronto resultaría muy desagradable y
por tanto, debía ser enterrada lo antes posible.
Al día siguiente, fue colocada en un ataúd herméticamente cerrado, llevado al cementerio y enterrada en el suelo de Hampshire.
Al día siguiente, algunos chicos fueron a jugar al cementerio y comenzaron a oir ruidos fantasmales, que pronto descubrieron que provenía de la fosa de la señora Blunden. Colocaron sus oídos en
el suelo y uno de ellos dijo haber escuchado claramente las palabras: “¡¡Sáquenme de mi tumba, por Dios!!”. Los niños aterrorizados y conmovidos, corrieron al pueblo a dar la alarma, pero nadie
les creía, aunque consiguieron convencer a alguno vecinos. Allí, los vecinos exhumaron el ataúd; el supuesto cadáver pareció completamente magullado por los golpes de desesperacón que se
auto-infringió en sus gritos. La señora Blunden se había desmayado y todos pensaron que era cierto que había sido enterrada viva, pero que no había podido resistir y había muerto nuevamente. Su
ataúd fue colocado de nuevo en su lugar y esperaron al día siguiente para hacer las pruebas pertinentes. Lo que nadie imaginaba era que la señora Blunden sólo había caído en estado de shock, del
que despertó de nuevo bajo tierra. Al día siguiente cuando la exhumaron de nuevo, encontraron a la señora Blunden aun más magullada que el día anterior, con muestras de que aquella noche la había
pasado viva bajo tierra por segunda vez.
El forense, después de un largo examen, declaró finalmente que en esta ocasión, sin duda, estaba muerta. Varías personas fueron acusadas de su muerte y la ciudad fue multada por las autoridades
inglesas por su negligencia. Hoy en día se desconoce la ubicación exacta de la tumba de la señora Blunden, pero la historia parece ser cierta. De hecho, hay pruebas que sugieren que hace muchos
años en Inglaterra una de cada 25 personas presentaban síntomas de haber sido enterrada viva. Esto llevó a que se instalaran unas pequeñas campanas sobre las tumbas que estaban fijadas por una
cuerda a la muñeca de los fallecidos, para en el caso de que revivieran, sonaran dando la voz de alarma.
Desde entonces, en Inglaterra, se suele decir mucho eso de “Salvados por la campana”.