El año fue 1985, usualmente el Parque del Seguro Social se llenaba cada semana con miles de aficionados al ‘Rey de los deportes‘, la casa de los Diablos Rojos y los Tigres era una verdadera fiesta cuando la pelota surcaba el diamante capitalino, pero el jueves 19 de septiembre, ese ambiente festivo no pudo haber sido más diferente.
Las 7:10 am marcaron un antes y un después en la historia no sólo del D.F. sino de Méxicoen general. Por poco más de dos minutos un terremoto de 8.1 grados en la escala de Richter sacudió al país, pero fue la capital la que sufrió los estragos más grandes, muchos edificios cayeron y miles de vidas se perdieron, fue un día donde hasta el deporte tuvo que sufrir las consecuencias.
Toda la ciudad se llenó con el ruido de la desesperación, los gritos de desesperación y las sirenas de emergencia llenaban el ambiente. Los muertos eran incontables, los hospitales que estaban en condiciones de operar no se daban abasto, servicio médico forense no estaba preparado para una situación así, fue entonces que se decidió buscar un lugar alterno para depositar e identificar los cadáveres.
El Parque del Seguro Social fue un candidato natural, el espacio abierto del campo permitía acomodar una mayor cantidad de cuerpos que muchas plazas públicas, además que su cercanía con el Hospital General y especialmente con el hoy llamado Centro Médico Nacional Siglo XXI lo convirtió en el recipiente de todos aquellos que se encontraban en sus instalaciones al momento en que la estructura colapsó.
Los empleados encargados del mantenimiento del Parque llegaron a su lugar de trabajo para comenzar una labor que hasta el día de hoy no deja sus mentes. La entrada del recinto veía cómo carrozas del Hospital General, el Centro Médico y hasta la serie de multifamiliaresJuárez, cargados con cuerpos a la espera de ser identificados.
Un ejemplo es el del jefe de mantenimiento Martín Vidal, quien llegó a la casa de sus amores, el besibol, con la consigna de dar constancia de los muertos y separarlos por género y edad, para que las familias pudieran llegar a reconocer los cadáveres.
Vidal recuerda que a pesar del mareo que le provocó ver la primera oleada de cuerpos, tuvo que sacar fuerzas para poder tratar amablemente a las personas que llegaban a buscar a los suyos, de los cuales algunos tenían la “suerte” de encontrar a sus familiares, mientras otros tenían que seguir con la desesperación de no tener noticias de las personas desaparecidas tras el sismo.
“Mi trabajo siempre está ligado al beisbol, al deporte, pero nunca imaginé vivir una situación de esta naturaleza. La ciudad parecía inmersa en una guerra, con varios edificios derruidos y llena de escombros. Un estadio de beisbol tapizado de cadáveres, con improvisadas carpas con medicamentos, sábanas, botellas de agua y bolsas de hielo que daba el pueblo.” Declaró Vidal a un diario nacional hace algunos años.
En aquel entonces los jugadores de la escuadra escarlata se encontraban en provincia, pero luego de las noticias del desastre y los reportes de muertes en prensa y televisión, los jugadores regresaron y para el momento en que volvió a rodar la pelota, no querían quedarse en el hotel y pidieron a empleados del Parque que los dejaran quedarse a dormir en le mismo o hasta en el camión que los transportaba.
A la fecha no hay una cantidad oficial de las muertes que se produjeron ese día, pero las imágenes de los cuerpos en el campo de dos de los equipos más populares de la pelota caliente en nuestro país, siguen impactando a los que las ven por primera vez y más aún a los que lo vivieron.
Hoy en el lugar donde se encontraba el diamante que compartían pingos y felinos se encuentra un centro comercial, que desde el nombre hace un homenaje a la historia del campo. La plaza ‘Parque Delta‘ tiene en sus paredes un tributo a los peloteros que pisaron su césped y recorrieron sus bases, pero en sus cimientos guarda una historia en la que el beisbol un día cedió su espacio en la lucha contra la muerte y la devastación.